Y qué si me gusta la pizza sin jamon o el
yogurt solo de frutilla y con mucho cereal. Tanto que sea más cereal que yogurt. También me gusta el
mar. Pero no me gusta la gente cuando miente y encima, se cree. Ni qué critiquen gustos ajenos. Por qué ¿que
saben ellos de eso? Si, hay gustos que no comprendo y gustos que no comprenden. Y
no me quejo. Por qué me gustan y yo a ellos. O eso pienso. Además de eso, me
gusta lo tetrico de la calle del cementerio. Me da
miedo, pero no vamos a dejar de gustar por el miedo.
Tanto me gustan los besos que sueño con ellos. Que lindo
todo esto y que lindo gustar de esto y de aquello. Hasta de vos gusto. Y me da
vergüenza, no por el sentimiento, si no por el gustar y no ser gustado. O por
querer cuidar y no ser dejado. Me gustas y te lo digo. Por qué es lindo gustar
y que te gusten. No sé que digo con esto. Ponele que es una carta de gustos y
de sentimientos. O de quejas y problemas. Que sea lo que quieras cuando lo leas, mientras te guste y quieras leerlo. Sos bienvenido a mis sentimientos.
Como me cuelgo. Que lindos
son los atardeceres y el degrade del cielo, que lindos los desconocidos. Me gusta observarlos. Ver que hacen. Hasta les invento
historias. Los que mas me gustan son los que te saludan sin saber quien sos, o
el panadero que te atiende con una sonrisa por que al fin tiene el negocio que
siempre soñó. También los que pasean a su perro o con los que coincido al acariciar
un gatito y se ríen de lo que digo.
A
veces deseo que seas un desconocido más. Así te puedo observar. Y mirar, hasta
cansarme. Sin saber que te quiero. Sin perderme en tu vorágine. Ya que se me
hace difícil salir. Y dejarte ir.
Quiero que te conviertas en desconocido. Para
chocarnos y acariciarnos, perdidos en la inercia del no saber que te quiero y te
querré.
Por siempre (o casi siempre).
Tomando té y hablando francés, como en mis
sueños lúcidos. En los que te llamo y te traigo. Y en los que a veces me harto. De vos
y de mí. De esto que no se que es y que nunca voy a saber.
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