Quiero vivir toda la vida agarrada de tu mano o acostada en
tu pecho como cuando era chiquita y me decías que todo es relativo, y yo me reía.
Me reía porque no tenía idea a que te referías, después me dormía
hasta que el sol entraba por la ventana o vos me llamabas, porque se me hacía
tarde para ir a jardín.
Un día sin querer descubrí
que vos no te ibas enseguida, que te quedabas sentada al lado de la cama para
ver como yo estaba. Nunca estaba bien, porque siempre tenía miedo a todo,
porque era (y soy) una bola de ansiedad a la que todo le da vergüenza o la incómoda. Luchaste tanto con eso que a veces me canso por vos.
(Luchaste tanto conmigo que también me canso de mi).
No te creas que me olvido de tus noches en vela prometiéndome
que no se me paraba el corazón, o de la oreja pegada a la puerta del baño intentando que no
me duela más nada, que este sana de nuevo y para siempre.
Ahora entiendo que todo es relativo, porque aunque no estés,
te siento conmigo.